La gestión ambiental se ha convertido en un objetivo global, una necesidad estratégica que determina la sostenibilidad de una sociedad y que tiene cada vez más peso en la economía de cada país. Un empeño a gran escala que resulta imposible de llevar a cabo sin la colaboración activa y cotidiana de todos. Se han identificado los aspectos ambientales en riesgo, y se ha evaluado el impacto ambiental que pueden llegar a tener en nuestro sistema los distintos tipos de residuos de nuestra actividad. Ahora queda que todos cumplamos con nuestra parte contribuyendo a una gestión eficaz de estos residuos en contenedores de escombros.
Colaborar en la gestión adecuada de los residuos generados por las actividades de construcción, reformas o demoliciones es tarea de todos. Cuando se trata de obras menores los municipios ponen a disposición de los ciudadanos contenedores específicos y puntos limpios en los que depositar los escombros adecuadamente. No hacerlo así puede acarrear sanciones y, por supuesto, efectos negativos en el medioambiente.
Si se trata de obras de mayor envergadura lo recomendable es contar con la colaboración de profesionales de la recogida, transporte y tratamiento de estos residuos.
Los típicos malos usos de los contenedores de escombros nos los encontramos igualmente tipificados en las distintas sanciones que acarrean estas conductas.
Uno de los más graves es hacer caso omiso de toda recomendación y depositar los escombros en cualquier lugar o en vertederos sin control, un comportamiento que suele incluir la quema irresponsable de parte de esos residuos o la eliminación de los residuos líquidos en el alcantarillado.
También se considera grave mezclar residuos orgánicos con tierras y escombros; una práctica común que se asocia al depósito indiscriminado y no selectivo de los residuos en general fuera de los contenedores indicados.
De mayor gravedad resulta incluir residuos considerados peligrosos entre los tipificados como escombros o RCD (residuos de construcción y demolición). Recordemos que para poder realizar este tipo de labores es necesario un proyecto de ejecución de obra que debe incluir un estudio de gestión de los posibles residuos generados en la actividad. Este plan debe reflejar también las medidas previstas para su almacenamiento, el tipo de recogida que se realizará y qué operaciones de reciclado o eliminación están previstas.
En esta documentación se incluirá también un inventario de los residuos peligrosos y la forma en que se van a gestionar; especificando cómo se hará la retirada selectiva que evite la mezcla de deshechos de tipologías diferentes.
La falta de esta documentación, o su presentación incompleta y apresurada tras varios requerimientos, es igualmente un mal uso típico asociado a las actividades de construcción. Como vemos, contar con asesoramiento profesional en estos casos resulta muy conveniente.
La industria de la construcción, y todos sus procesos en sus diferentes escalas, requiere una gestión ambiental que trate los posibles impactos derivados de sus actividades. Sus residuos incluyen varias fuentes de contaminación con capacidad para modificar el componente abiótico de los ecosistemas: el suelo, el aire y el agua.
El vertido incontrolado de desechos y escombros de la construcción puede causar numerosos efectos negativos en el medio ambiente: contaminación por compuestos nocivos, degradación con pérdida de calidad del paisaje y alteración sustancial de los drenajes naturales. Por otro lado, este tipo de vertidos sin control redundan en un despilfarro de material que no se recicla y requieren un gasto extra en mano de obra y transporte, implicando por tanto consecuencias económicas negativas.
Los residuos que quedan sin tratamiento adecuado tienen un importante impacto en el suelo, como la acidificación, la eutrofización y el aumento de la ecotoxicidad.
Las alteraciones en el medio aéreo están asociadas al polvo y el aumento de las emisiones del dióxido de carbono y dióxido de azufre. En el caso de las partículas en suspensión en el aire procedentes de vertidos incontrolados las más peligrosas son las denominadas partículas duras. Este tipo no suele ser retenido por las vías respiratorias superiores de los humanos; por lo que pueden pasar al sistema respiratorio depositándose en la tráquea o los bronquios. Son causa probable de reacciones inflamatorias y con el tiempo pueden acarrear alteraciones crónicas y derivar en enfermedades de las vías respiratorias.
La contaminación de recursos hídricos por filtraciones derivadas de vertidos sin el debido control es uno de los efectos más peligrosos a tener en cuenta. Las consecuencias de la modificación de los flujos y la calidad del agua pueden resultar difícilmente predecibles y prolongarse a largo plazo.
Además, hay que tener en cuenta que el agua de lavado de las obras de construcción puede contener una cantidad importante de partículas sólidas en suspensión o disolución. No conocer el alcance de este posible efecto y su vertido sin control puede alterar los sistemas de alcantarillado y causar problemas que requieran acciones especializadas posteriores en las plantas de tratamiento del agua.
Evitar adecuadamente este tipo de malos efectos requiere cumplir al detalle la normativa en cuanto al vertido de residuos, y contar con profesionales capacitados para su recogida y tratamiento cuando se trata de obras de cierta relevancia.